domingo, 27 de enero de 2013


Todos hablan y tú callas. Todos brillan y tú te escondes. Todo parece perfecto y nada lo es.

Estoy en un lugar lleno de gente y, sin embargo, estoy sola. Veo como los demás se ríen y aprecio como lo hacen a la fuerza por interés. Nadie se da cuenta de que allí estoy sentada, observando cómo sus mentiras triunfan ante los demás. Nadie se da cuenta de que poco a poco desaparezco, mi cuerpo permanece en esta habitación, pero mi mente desespera por tanta mentira.
Hace tiempo que no aprecio el sabor de una risa, la sensación de una carcajada en mis mejillas, las ganas de estar con otras personas. Hace tiempo que me pregunto si vale la pena continuar o abandonar esta partida que es la vida, quedando como perdedora ante ella, como cobarde ante los demás.  Pero es que estoy harta. Harta de sonreír sin motivo, de fingir por los demás, de decir “te quiero” a personas que no lo merecen y de escuchar promesas que nadie cumple. No quiero darme por vencida sin intentarlo una vez más, sin luchar por mis sueños, sin llegar a conocer la verdadera felicidad; pero temo caer en el intento. Nada hay que me ayude a levantarme de esta oscuridad que inunda mi vida.