Todos hablan y tú callas. Todos brillan y tú te escondes. Todo parece perfecto y nada lo es.
Estoy en un lugar lleno de gente y, sin embargo, estoy sola.
Veo como los demás se ríen y aprecio como lo hacen a la fuerza por interés. Nadie
se da cuenta de que allí estoy sentada, observando cómo sus mentiras triunfan
ante los demás. Nadie se da cuenta de que poco a poco desaparezco, mi cuerpo
permanece en esta habitación, pero mi mente desespera por tanta mentira.
Hace tiempo que no aprecio el sabor de una risa, la sensación
de una carcajada en mis mejillas, las ganas de estar con otras personas. Hace
tiempo que me pregunto si vale la pena continuar o abandonar esta partida que
es la vida, quedando como perdedora ante ella, como cobarde ante los demás. Pero es que estoy harta. Harta de sonreír sin
motivo, de fingir por los demás, de decir “te quiero” a personas que no lo
merecen y de escuchar promesas que nadie cumple. No quiero darme por vencida
sin intentarlo una vez más, sin luchar por mis sueños, sin llegar a conocer la
verdadera felicidad; pero temo caer en el intento. Nada hay que me ayude a
levantarme de esta oscuridad que inunda mi vida.
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